“Seguir a Cristo no es
una imitación exterior, porque afecta al hombre en su interioridad más
profunda. Ser discípulo de Jesús significa hacerse conforme a él, que se hizo servidor de todos hasta el don de sí
mismo en la cruz (cf. Flp 2, 5-8). Mediante la fe, Cristo habita en el
corazón del creyente (cf. Ef 3, 17), el discípulo se asemeja a su Señor y se
configura con él; lo cual es fruto de la gracia, de la presencia operante del Espíritu Santo en
nosotros.”
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