El primer servicio que debe prestar la Iglesia a la causa de la justicia y de la paz, es invitar a los hombres a abrirse a Jesucristo. En El volverán a captar su dignidad esencial de hijos de Dios, formados a la imagen de Dios, dotados de posibilidades insospechadas que los capacitan para afrontar las tareas del momento, ligados los unos a los otros a través de una fraternidad que tiene sus raíces en la paternidad de Dios. En El llegarán a ser libres para un servicio responsable. ¡Que no tengan miedo! Jesucristo no es ni un extraño ni un competidor. No hace sombra a nada auténticamente humano, ya sea la persona o sus varios logros científicos y sociales.
Pensamientos de Juan Pablo II
Un pensamiento por dia
lunes, 22 de abril de 2024
viernes, 19 de abril de 2024
La vocación religiosa
La vocación religiosa se
sitúa en la aceptación de una disciplina severa que no dimana de un
mandamiento, sino de un consejo evangélico: consejo de castidad, consejo de
pobreza, consejo de obediencia. Y todo ello, abrazado conscientemente y
radicado en el amor al Esposo divino, constituye de hecho la revelación
especial de la profundidad que posee la libertad del Espíritu humano. Libertad
de los hijos de Dios: hijos e hijas. Dicha vocación procede de una fe viva y
coherente hasta las últimas consecuencias, que abre al hombre la perspectiva
final, o sea, la perspectiva del encuentro con Dios mismo, el único digno de un
amor "sobre todas las cosas", amor exclusivo y esponsalicio.
Este amor consiste en la donación de todo
nuestro ser humano, alma y cuerpo, a Aquel que se ha dado enteramente a
nosotros los hombres mediante la Encarnación, la cruz y la humillación,
mediante la pobreza, castidad y obediencia: se hizo pobre por nosotros... para
que nosotros fuéramos ricos (cf. 2 Cor 8, 9)…... Esta vocación
es como la chispa que enciende en el alma una "llama de amor viva",
como escribió San Juan de la Cruz. Una vez aceptada, una vez confirmada
solemnemente por medio de los votos, esta vocación debe alimentarse
continuamente con la riqueza de la fe, no sólo cuando trae consigo gozo
interior, sino también cuando va unida a dificultades, aridez, sufrimiento
interior, la llamada "noche" del alma…..Esta vocación es un tesoro
peculiar de la Iglesia que no puede cesar de orar para que el Espíritu de
Jesucristo suscite vocaciones religiosas en las almas.
martes, 16 de abril de 2024
Amar el sacerdocio – gran “sacramento social” y testimonio
Debemos
amar desde lo más profundo del alma nuestro sacerdocio, como gran
"sacramento social". Debemos amarlo como la esencia de nuestra vida y
nuestra vocación, como base de nuestra identidad cristiana y humana.Ninguno de
nosotros puede estar dividido en sí mismo.
El
sacerdocio sacramental, el sacerdocio ministerial, exige una fe particular, un
empeño especial de todas las fuerzas del alma y del cuerpo, exige un aprecio
especial de la propia vocación en cuanto vocación excepcional. Cada uno de
nosotros debe agradecer de rodillas a Cristo el don de esta vocación: «¿Qué
podré yo dar a Yavé por todos los beneficios que me ha hecho? Tomaré el cáliz
de la salvación e invocaré el nombre de Yavé» (Sal 115)… Debemos
tomar el "cáliz de la salvación".
Somos necesarios a los hombres, somos inmensamente necesarios, y no a medio servicio ni a medio tiempo, como si fuéramos, unos "empleados". Somos necesarios como el que da testimonio, y despertamos en los otros la necesidad de dar testimonio. Y si alguna vez puede parecer que no somos necesarios, quiere decir que debemos comenzar a dar un testimonio más claro, y entonces nos percataremos de lo mucho que el mundo de hoy necesita de nuestro testimonio sacerdotal, de nuestro servicio, de nuestro sacerdocio.
(del
discurso de Juan Pablo II al Clero de
Roma, 9 de noviembre de 1978)
Comunion y unión de sacerdotes, obispo y pueblo de Dios
La
comunión de los sacerdotes entre sí y con el obispo, es la condición
fundamental de la unión entre todo el Pueblo de Dios. Aquella construye su
unidad en el pluralismo y en la solidaridad cristiana. La unión de los
sacerdotes con el obispo debe convertirse en la fuente de la unión mutua entre
los sacerdotes y los grupos de sacerdotes. Esta unión, en cuya base encontramos
la conciencia de la grandeza de la propia misión, se expresa en el intercambio
de servicios y experiencias, en la disponibilidad a colaborar, en la inserción
en todas las actividades pastorales, sea en la parroquia o la catequesis o al
dirigir la acción apostólica de los laicos..
viernes, 12 de abril de 2024
Juan Pablo II a los jóvenes: Buscad, amad y testimoniad a Jesus (3 de 3)
Testimoniad a Jesus
Dad testimonio de Jesús
con vuestra fe valiente y vuestra inocencia.
Es inútil lamentarse de que los tiempos son
malos. Como ya escribía San Pablo, hay que vencer el mal haciendo bien
(cf. Rom 12, 21). El mundo estima y respeta la valentía de las
ideas y la fuerza de la virtud. No tengáis miedo de rechazar palabras, gestos y
actitudes no conformes con los ideales cristianos. Sed valientes para oponeros
a todo lo que destruye vuestra inocencia o desflora la lozanía de vuestro amor
a Cristo.
Buscar a Jesús, amarle, dar testimonio de El.
Sea éste vuestro afán; ésta es la consigna que
os dejo.
Actuando así no sólo conservaréis en vuestra
vida el gozo verdadero, sino que también reportaréis beneficio a la sociedad
entera, que tiene necesidad de coherencia con el mensaje evangélico antes que
nada.
(Juan Pablo II en elencuentro con los jóvenes en la Basílica de san Pedro 8 de noviembre de 1978)
Juan Pablo II a los jóvenes: Buscad, amad y testimoniad a Jesus (2 de 3)
Amad a Jesus!
Jesús no es una idea ni un sentimiento ni un
recuerdo. Jesús es una "persona" viva siempre y presente entre
nosotros.
Amad a Jesús presente en la Eucaristía. Está
presente de modo sacrificial en la Santa Misa que renueva el Sacrificio de la
cruz. Ir a Misa significa ir al Calvario para encontrarnos con El, nuestro
Redentor.
Viene a nosotros en la santa comunión y queda
presente en el sagrario de nuestras iglesias, porque El es nuestro amigo, amigo
de todos, y desea ser especialmente amigo y fortaleza en el camino de vuestra
vida de muchachos y jóvenes que tenéis tanta necesidad de confianza y amistad.
Amad a Jesús presente en la Iglesia a través de
los sacerdotes; presente en la familia por medio de vuestros padres y de
vuestros seres queridos.
Amad a Jesús presente especialmente en los que
sufren del modo que sea: físicamente, moralmente, espiritualmente. Sea vuestro
empeño y programa amar al prójimo descubriendo en él el rostro de Cristo.
(Juan Pablo II en elencuentro con los jóvenes en la Basílica de san Pedro 8 de noviembre de 1978)
Juan Pablo II a los jóvenes: Buscad, amad y testimoniad a Jesus (1 de 3)
Buscad a Jesus
Hoy no podemos quedarnos en una fe cristiana superficial o de tipo sociológico; los tiempos han cambiado, bien lo sabéis. El aumento de la cultura, la influencia incesante de los mass-media, el conocer las vicisitudes humanas pasadas y presentes, el aumento de la sensibilidad y de la exigencia de certeza y claridad sobre las verdades fundamentales, la presencia masiva de concepciones ateas, agnósticas e incluso anticristianas en la sociedad y en la cultura, reclaman fe personal, es decir, buscada con ansia de verdad para vivirla luego integralmente.
Es necesario pues llegar
a la convicción clara y cierta de la verdad de la propia fe cristiana, es
decir, en primer lugar de la historicidad y divinidad de Cristo, y de la misión
de la Iglesia que El quiso y fundó. Cuando se está verdaderamente convencido de
que Jesús es el Verbo Encarnado y está siempre presente en la Iglesia, entonces
se acepta plenamente su "palabra" porque es palabra divina que no
engaña ni se contradice, y nos da el sentido único y verdadero de la vida y de
la eternidad. En efecto, ¡El solo tiene palabras de vida eterna! ¡El solo es el
camino, la verdad y la vida!
(Juan Pablo II en elencuentro con los jóvenes en la Basílica de san Pedro 8 de noviembre de 1978)