El mal
moral es radicalmente contrario a la voluntad de Dios. Si este mal está
presente en la historia del hombre y del mundo, y a veces de forma totalmente
opresiva, si en cierto sentido tiene su propia historia, esto sólo está
permitido por la Divina Providencia, porque Dios quiere que en el mundo
creado haya libertad. La existencia de la libertad creada (y por consiguiente
del hombre, e incluso la existencia de los espíritus puros como los ángeles, de
los que hablaremos en otra ocasión) es indispensable para aquella plenitud del
bien que Dios quiere realizar en la creación, la existencia de los seres libres
es para él un valor más importante y fundamental que el hecho
de que aquellos seres abusen de la propia libertad contra el Creador y que, por
eso, la libertad pueda llevar al mal moral.
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