Es cada
vez más necesario que incluso en los lugares más apartados de la tierra se den
testigos, testigos jóvenes, del Evangelio, sin miedo o temor a
las situaciones y a las circunstancias adversas, que sepan vivir coherentemente
las exigencias de la fe, con la mirada fija en la santificación personal y en
el ejercicio de la caridad fraterna.
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