“Según las palabras de san Pablo, la conciencia, en cierto
modo, pone al hombre ante la ley, siendo ella misma «testigo» para el hombre: testigo de su fidelidad o infidelidad
a la ley, o sea, de su esencial rectitud o maldad moral. La conciencia es el
único testigo. Lo que sucede en la intimidad de la persona está oculto a la
vista de los demás desde fuera. La conciencia dirige su testimonio solamente
hacia la persona misma. Y, a su vez, sólo la persona conoce la propia respuesta
a la voz de la conciencia.”
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