“A Aquella para quien
todo hombre sólo tiene un nombre: el de hijo; a la Madre de Cristo y Madre de
la Iglesia, a cuyos pies vengo a postrarme en su santuario de Luján, pido que
enjugue tantas lágrimas; que aliente a cuantos se doblegan bajo el peso de la prueba;
que encienda nuevas energías de bien en campo nacional e internacional, capaces
de aliviar los dolores y dificultades actuales, para que se pueda mirar al
futuro con esperanzada tranquilidad; que se hagan realidad los deseos de dos
pueblos que anhelan la paz.”
Visita pastoral a la Argentina
Ceremonia de bienvenida
(del Discurso del Beato Juan Pablo II Viernes 11 de junio de 1982)
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