La enseñanza de la
doctrina cristiana tiene por objetivo la difusión de la fe y no un mero
conocimiento de la verdad; tiende a suscitar una adhesión de la inteligencia y
del corazón a Cristo y aumentar la comunidad cristiana. Por consiguiente, debe
asumirse como una misión de la Iglesia y una misión para la Iglesia. Los catequistas
contribuyen a la edificación del Cuerpo místico de Cristo, a su crecimiento en
la fe y en la caridad.
(de la Audiencia General de Juan Pablo II - 6 de
marzo 1985)
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