“El
sacramento del matrimonio nace, como de una fuente, del
sacrificio redentor de Cristo, quien con su pasión y muerte comunica la
gracia que santifica. Desde la majestad imponente de la cruz, el Señor parece
dirigirse a todas las familias, a todos los cónyuges para decirles: «Por
ellos me consagro a ti, para que también ellos sean consagrados en la verdad» (Io.
17, 19).
Por
eso la Iglesia enseña que en el sacramento del matrimonio «los cónyuges son
corroborados y como consagrados para cumplir fielmente los propios deberes,
delante del mundo» (PAULI VI Humanae Vitae, 25; cfr. Gaudium et Spes, 48)”.
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