“Toda
enfermedad grave suele pasar por momentos de desaliento radical, en los que
surge la pregunta del porqué de la vida, precisamente porque nos sentimos
desarraigados de ella. En esos momentos, la presencia silenciosa y orante de
los amigos nos ayuda eficazmente. Pero en última instancia sólo el encuentro
con Dios será capaz de decir a lo más herido de nuestro corazón la palabra
misteriosa y esperanzadora.”
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