“Al
ser la paz un signo concreto de la presencia del Reino de Dios en el
mundo, que conoce situaciones cambiantes a través de la historia, debe
inspirar, iluminar y apoyar los esfuerzos para construir la paz política y
social. No ha de confundirse, por tanto, la paz con la pasividad o el
conformismo y, mucho menos aún, con la calma que ilusoriamente se espera
obtener con el solo empleo de la fuerza. Exige más bien un compromiso activo,
serio y creativo por alcanzar nuevas metas de convivencia humana y de orden
social, de respeto por la dignidad de los pueblos y los derechos inalienables
de la persona.”
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