“Quien acogió « la Vida » en nombre
de todos y para bien de todos fue María, la Virgen Madre, la cual tiene por
tanto una relación personal estrechísima con el Evangelio de la vida. El consentimiento de María en la
Anunciación y su maternidad son el origen mismo del misterio de la vida que
Cristo vino a dar a los hombres (cf. Jn 10, 10). A través de su acogida y
cuidado solícito de la vida del Verbo hecho carne, la vida del hombre ha sido
liberada de la condena de la muerte definitiva y eterna.
Por esto María, « como la Iglesia de la que es figura, es
madre de todos los que renacen a la vida. Es, en efecto, madre de aquella Vida
por la que todos viven, pues, al dar a luz esta Vida, regeneró, en cierto modo,
a todos los que debían vivir por ella ».
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