“La
Iglesia ha custodiado fielmente lo que la palabra de Dios enseña no sólo sobre
las verdades de fe, sino también sobre el comportamiento moral, es decir, el
comportamiento que agrada a Dios (cf. 1 Ts 4, 1), llevando a cabo un desarrollo
doctrinal análogo al que se ha dado en el ámbito de las
verdades de fe. La Iglesia, asistida por el Espíritu Santo que la guía hasta la
verdad completa (cf. Jn 16, 13), no ha dejado, ni puede dejar nunca de
escrutar el «misterio del Verbo encarnado», pues sólo en él «se esclarece el
misterio del hombre» 44.”
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