“Nuestros sacrificios no son
vanos, no está agostada nuestra existencia desde el momento en que, como
cristianos, no "somos ya nosotros los que vivimos, sino que es Cristo
quien vive en nosotros" (cf. Gál 2, 20); "los sufrimientos de Cristo
son nuestros sufrimientos" (cf. 2 Cor 1, 5) ; "nuestro dolor
nos configura con Cristo" (cf. Flp 3, 10), y como Jesús,
"aunque era Hijo, aprendió por sus padecimientos la obediencia" (Heb
5, 8), también nosotros debemos aceptar con constante empeño la prueba por
dura que sea, elevando nuestros ojos hacia Aquel que es la Cabeza de nuestra fe
y que quiere, sin embargo, soportar la cruz (cf. Heb 12, 1 ss.).”
(Beato Juan Pablo II en su encuentro con los enfermos – 21 de octubre
de 1979)
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