“Dios provee a los hombres de manera diversa respecto a los
demás seres que no son personas: no desde fuera, mediante las leyes inmutables de la naturaleza
física, sino desde dentro,mediante
la razón que, conociendo con la luz natural la ley eterna de Dios, es por esto
mismo capaz de indicar al hombre la justa dirección de su libre actuación 81. De
esta manera, Dios llama al hombre a participar de su providencia, queriendo por
medio del hombre mismo, o sea, a través de su cuidado razonable y responsable,
dirigir el mundo: no sólo el mundo de la naturaleza, sino también el de las
personas humanas. En este contexto, como expresión humana de la ley eterna de
Dios, se sitúa la ley natural: «La criatura racional, entre todas las demás
—afirma santo Tomás—, está sometida a la divina Providencia de una manera
especial, ya que se hace partícipe de esa providencia, siendo providente para
sí y para los demás. Participa, pues, de la razón eterna; ésta le inclina
naturalmente a la acción y al fin debidos. Y semejante participación de la ley
eterna en la criatura racional se llama ley natural» 82.”
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