“La acción del
Espíritu Santo hace que en María la maternidad y la virginidad estén presentes
de un modo que, aunque inaccesible a la mente humana, entre de lleno en el
ámbito de la predilección de la omnipotencia de Dios. En María se cumple la
gran profecía de Isaías: “La virgen grávida da a luz” (7, 14; cf. Mt 1, 22-23); su virginidad, signo en el Antiguo
Testamento de la pobreza y de disponibilidad total al plan de Dios, se
convierte en el terreno de la acción excepcional de Dios, que escoge a María
para ser Madre del Mesías.”
Espíritu Santo, Maria Madre
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