“María, envuelta por la mística nube del
Espíritu Santo, da su propio consentimiento al proyecto de Dios. Desde aquel
instante su seno se convierte en el Arca de la Nueva Alianza, el sagrario
bendito donde ha bajado a morar la presencia encarnada de Dios.
Como arca, que lleva
en si al Señor hecho carne, María es tipo de todo creyente. En efecto, cada uno
de nosotros, cuando acoge la Palabra de Dios pronunciando su "fiat",
hace de la propia persona el santuario de la inhabitación divina. Nos lo asegura
Jesús, quien dice: "Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le
amará, y vendremos a él y en él haremos morada" (Jn14, 23).”
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