El ejemplo de María permite que la Iglesia aprecie mejor el valor del silencio. El silencio de María no es sólo sobriedad al hablar, sino sobre todo capacidad sapiencial de recordar y abarcar con una mirada de fe el misterio del Verbo hecho hombre y los acontecimientos de su existencia terrenal.
María transmite al pueblo creyente este
silencio-acogida de la palabra, esta capacidad de meditar en el misterio de
Cristo. En un mundo lleno de ruidos y de mensajes de todo tipo, su testimonio
permite apreciar un silencio espiritualmente rico y promueve el espíritu con templativo.
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