Hoy se
enfatiza mucho la dimensión social de cada pecado: no solo destruye el bien en
los individuos, sino también en la comunidad de la Iglesia. La dimensión fundamental
del mal y del pecado siempre es y será la «ofensa a Dios». Aun así, también es
verdad que destruye la vida del espíritu y que es causa de la muerte moral no
solo de los individuos, sino de sociedades enteras.
(reflexiones
Ejercicios espirituales Kalwaria Zebrzydowska julio 1977)
Karol Wojtyla/Juan Pablo II Estoy en tus manos Cuadernos personales 1962-2003, Planeta 2014
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