Nunca
como hoy la Iglesia ha tenido la oportunidad de hacer llegar el Evangelio, con
el testimonio y la palabra, a todos los hombres y a todos los pueblos. Veo
amanecer una nueva época misionera, que llegará a ser un día radiante y rica en
frutos, si todos los cristianos y, en particular, los misioneros y las jóvenes
Iglesias responden con generosidad y santidad a las solicitaciones y desafíos
de nuestro tiempo. Como los Apóstoles después de la Ascensión de Cristo, la
Iglesia debe reunirse en el Cenáculo con « María, la madre de Jesús » (Act 1, 14), para implorar el Espíritu y obtener fuerza y valor
para cumplir el mandato misionero. También nosotros, mucho más que los
Apóstoles, tenemos necesidad de ser transformados y guiados por el Espíritu.
(Juan
Pablo II Carta Enciclica Redemptoris Missio, sobre la permanente validez del
mandato misionero)
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