Hoy
quizás más que antes, se percibe con mayor claridad la contradicción intrínseca de un desarrollo que fuera solamente económico. Este subordina fácilmente
la persona humana y sus necesidades más profundas a las exigencias de la planificación
económica o de la ganancia exclusiva.
La
conexión intrínseca entre desarrollo autentico y respeto de los
derechos del hombre, demuestra una vez más su carácter moral: la verdadera elevación del hombre, conforme a la vocación
natural e histórica de cada uno, no se alcanza explotando solamente la abundancia de bienes y servicios, o disponiendo de
infraestructuras perfectas.
(Juan Pablo II Sollecitudo rei sociales, n. 33)
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