“Es el Espíritu Santo
quien, a través de las páginas sagradas, nos habla de Dios, nos abre el corazón
de Dios, nos revela "hasta las profundidades de Dios" (1 Cor
2, 10) mediante la inspiración bíblica y profética, en todas las diversas
etapas de la historia de la salvación.
Él es el lenguaje de Dios, dirigido a la humanidad; y por
medio del mismo Espíritu nosotros hemos podido conocer, y podemos profundizar
continuamente, la riqueza insondable de la vida divina: "Per te sciamus da
Patrem noscamus atque Filium: Haz que, por medio de ti, conozcamos al Padre y
aprendamos también a conocer al Hijo".”
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