“Dios se hace juez severo de toda violación del mandamiento «
no matarás », que está en la base de la convivencia social. Dios es el defensor
del inocente (cf. Gn 4, 9-15; Is 41, 14; Jr 50, 34; Sal
19 18, 15). También de este modo, Dios demuestra que « no se recrea en la
destrucción de los vivientes » (Sb 1, 13). Sólo Satanás puede gozar con
ella: por su envidia la muerte entró en el mundo (cf. Sb 2, 24).
Satanás, que es « homicida desde el principio », y también « mentiroso y padre
de la mentira » (Jn 8, 44), engañando al hombre, lo conduce a los
confines del pecado y de la muerte, presentados como logros o frutos de vida.”
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