“La institución parroquial está destinada a asegurar las grandes funciones de la Iglesia: la oración común y la lectura de la palabra de Dios, las celebraciones, y principalmente la de la Eucaristía, la catequesis de los niños y el catecumenado de los adultos, la formación permanente de los fieles, la comunicación adecuada para dar a conocer el mensaje cristiano, los servicios caritativos y de solidaridad, y la actividad local de los movimientos. En suma, a imagen del templo, que es su signo visible, se trata de un edificio que hay que construir juntos, un cuerpo que hay que hacer vivir y crecer juntos, una comunidad en la que se reciben los dones de Dios y donde los bautizados dan generosamente su respuesta de fe, esperanza y amor a las llamadas evangélicas. En este tiempo en que deben renovarse las estructuras pastorales, conviene considerar en profundidad la doctrina eclesiológica del concilio Vaticano II, expresada en la constitución Lumen gentium sobre la Iglesia, y en los diversos documentos de orientaciones relativas sobre todo a los sacerdotes y a los laicos.”
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