“La caridad divina es testamento de vida que, si se vive en la existencia diaria, nos permite realizar cada vez más a fondo la unidad que el mismo Jesús imploró intensamente al Padre durante la última cena: «Que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado» (Jn 17, 21). Sólo el mandamiento del amor, un amor que llegue hasta la entrega total de la propia vida, es el secreto de la resurrección.”
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