“Si
silenciamos la alegría que nace de conocer a Jesús, gritarán incluso las
piedras de nuestras ciudades. Porque somos un pueblo pascual y el aleluya es
nuestro canto. Con San Pablo os digo: "Alegraos siempre en el Señor; de
nuevo os digo, alegraos" (Flp 4, 4).”
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