miércoles, 4 de septiembre de 2024

La sacralidad de la vida humana

 

Fiel a la misión recibida de su divino Fundador, la Iglesia ha afirmado siempre, pero con especial fuerza en el Concilio Ecuménico Vaticano II, la sacralidad de la vida humana. ¿Quién no recuerda aquellas palabras solemnes?: "Dios, Señor de la vida, ha confiado a los hombres la insigne misión de conservar la vida, misión que ha de llevarse a cabo en modo digno del hombre. Por tanto, la vida humana desde su concepción, ha de ser salvaguardada, con el máximo cuidado" (Constitución pastoral Gaudium et spes51). Fortalecidos con esta convicción, los Padres conciliares no dudaron en condenar, sin medios términos, todo "cuanto atenta contra la vida —homicidios de cualquier clase, genocidios, aborto, eutanasia y el mismo suicidio deliberado—; cuanto viola la integridad de la persona humana, como, por ejemplo, las mutilaciones, las torturas morales o físicas, los conatos sistemáticos para dominar la mente ajena; cuanto ofende a la dignidad humana, como son las condiciones infrahumanas de vida, las detenciones arbitrarias, las deportaciones, la esclavitud, la prostitución, la trata de blancas y de jóvenes; o las condiciones laborales degradantes, que reducen al trabajador al rango de mero instrumento de lucro, sin respeto a la libertad y a la responsabilidad de la persona humana" (ib., 27).

(Juan PabloII discurso al II Congreso Europeo del Movimiento por la Vida – 26 de febrero de1979)

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