“No dejéis de miraros
interiormente con ojos de fe renovada cada día. Sois los elegidos, los amigos
de Jesús, los servidores de su plan de salvación. Dispensadores de los misterios
de Dios en favor de vuestras comunidades; enriquecidos con poderes que superan
vuestras personas, en virtud de la potestad recibida por la imposición de las
manos (2Tm. 1, 6), sois los brazos, la voz, el corazón de Cristo que continúa
salvando al hombre de hoy a través de vuestro ministerio eclesial.
Reavivad, pues, en vosotros la ilusión, la esperanza, la gracia recibida en vuestra ordenación sacerdotal. Recordad que actuáis tantas veces “in persona Christi”, “in virtute Spiritus Sancti”. Una fuerza interior que supera las capacidades humanas y que ha de llevaros —con humildad, pero con gran confianza— hacia vuestra propia plenitud interior, hecha madurez de vida en Cristo: “Porque no nos dio el Señor a nosotros un espíritu de timidez, sino de fortaleza, de caridad y de templanza. No te avergüences pues . . . del testimonio que has de dar de Nuestro Señor” (Ibíd. 1, 7-8).”
Reavivad, pues, en vosotros la ilusión, la esperanza, la gracia recibida en vuestra ordenación sacerdotal. Recordad que actuáis tantas veces “in persona Christi”, “in virtute Spiritus Sancti”. Una fuerza interior que supera las capacidades humanas y que ha de llevaros —con humildad, pero con gran confianza— hacia vuestra propia plenitud interior, hecha madurez de vida en Cristo: “Porque no nos dio el Señor a nosotros un espíritu de timidez, sino de fortaleza, de caridad y de templanza. No te avergüences pues . . . del testimonio que has de dar de Nuestro Señor” (Ibíd. 1, 7-8).”
(Juan Pablo II – del discurso
al Clero de Puerto Rico - Pabellón de Deportes de la Universidad de Puerto
Rico, Viernes 12 de octubre de 1984
No hay comentarios:
Publicar un comentario