domingo, 13 de julio de 2014

En comunión con nuestra Madre y su Hijo

 “Nacido de la Virgen para ser oblación pura, santa e inmaculada, Cristo realizó sobre el altar de la cruz el sacrificio único y perfecto, que cada Misa renueva y hace actual de manera incruenta. En ese único sacrificio tomó parte activa María, la primera redimida, la Madre de la Iglesia. Estuvo al lado del Crucificado, sufriendo profundamente con su Unigénito: se asoció con espíritu materno a su sacrificio; consintió con amor a su inmolación (cf. Lumen gentium, 58; Marialis cultus, 20): lo ofreció y se ofreció al Padre. Cada Eucaristía es memorial de ese Sacrificio y de la Pascua que volvió a dar la vida al mundo; cada Misa nos pone en comunión íntima con Ella, la Madre, cuyo sacrificio "se vuelve a hacer presente", como "se vuelve a hacer presente" el sacrificio del Hijo en las palabras de la consagración del pan y del vino pronunciadas por el sacerdote (cf. Catequesis en la audiencia general del miércoles, 1 de junio, n. 2; L'Osservatore Romano, Edición en Lengua Española, 5 de junio de 1983, pág. 3).”

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