viernes, 26 de abril de 2024

Juan Pablo II a las religiosas

 

Si bien todo el Pueblo de Dios está llamado a ser humanidad nueva en Cristo y por Cristo (cf. Lumen gentium, 5), los caminos que conducen a esta humanidad nueva o, dicho de otro modo, a la santidad, son diferentes y deben seguir siéndolo. Precisamente el capítulo sexto de la Lumen gentium proyecta siempre luz sobre vuestro camino, sin hacer discriminación alguna entre los miembros del Pueblo de Dios, la cual iría en contradicción con el proyecto redentor de Cristo Jesús, proyecto de santidad y unidad para el mundo.

 (Del discurso de Juan Pablo II a la Union Internacional de Superioras Generales -  16 de noviembre de 1978

jueves, 25 de abril de 2024

Que significa ser jóvenes – Juan Pablo II

 

Ser jóvenes significa vivir en sí una incesante novedad de espíritu, fomentar la búsqueda continua del bien, dar suelta al impulso de transformarse siempre haciéndose mejor, poner en práctica una voluntad perseverante de entrega. ¿Quién nos permitirá todo esto? ¿Es que el hombre posee en sí mismo vigor para afrontar con las propias fuerzas las insidias del mal, del egoísmo y —digámoslo también con claridad— las insidias disgregadoras del "príncipe de este mundo" en actividad siempre para dar al hombre sentido falso de sus autonomías, en primer lugar, y a través del fracaso. llevarlo luego al abismo de la desesperación?

A Cristo, el eternamente joven; a Cristo vencedor de toda manifestación de muerte: a Cristo resucitado para siempre; a Cristo que en el Espíritu comunica la vida del Padre, continua y desbordante; a Cristo debemos recurrir todos, jóvenes y adultos, para fundamentar y asegurar la esperanza del mañana que vosotros construiréis, pero que se encuentra ya potencialmente presente en el hoy.

Cristo Jesús debe vencer; cada vez que su gracia derrota en nosotros a las fuerzas del mal, El renueva nuestra juventud, ensancha los horizontes de nuestra esperanza, fortifica las energías de nuestra confianza.

(deldiscurso de Juan Pablo II a los jóvenes en la Basilica de San Pedro 15 denoviembre de 1978)

lunes, 22 de abril de 2024

La Iglesia al servicio de la justicia y de la paz

 El primer servicio que debe prestar la Iglesia a la causa de la justicia y de la paz, es invitar a los hombres a abrirse a Jesucristo. En El volverán a captar su dignidad esencial de hijos de Dios, formados a la imagen de Dios, dotados de posibilidades insospechadas que los capacitan para afrontar las tareas del momento, ligados los unos a los otros a través de una fraternidad que tiene sus raíces en la paternidad de Dios. En El llegarán a ser libres para un servicio responsable. ¡Que no tengan miedo! Jesucristo no es ni un extraño ni un competidor. No hace sombra a nada au­ténticamente humano, ya sea la per­sona o sus varios logros científicos y sociales.


(Juan Pablo II en su discurso del 11 de noviembre de 1978  a la Pontificia Comisión “Iustitia et pax”)

viernes, 19 de abril de 2024

La vocación religiosa

 

La vocación religiosa se sitúa en la aceptación de una disciplina severa que no dimana de un mandamiento, sino de un consejo evangélico: consejo de castidad, consejo de pobreza, consejo de obediencia. Y todo ello, abrazado conscientemente y radicado en el amor al Esposo divino, constituye de hecho la revelación especial de la profundidad que posee la libertad del Espíritu humano. Libertad de los hijos de Dios: hijos e hijas. Dicha vocación procede de una fe viva y coherente hasta las últimas consecuencias, que abre al hombre la perspectiva final, o sea, la perspectiva del encuentro con Dios mismo, el único digno de un amor "sobre todas las cosas", amor exclusivo y esponsalicio.

Este amor consiste en la donación de todo nuestro ser humano, alma y cuerpo, a Aquel que se ha dado enteramente a nosotros los hombres mediante la Encarnación, la cruz y la humillación, mediante la pobreza, castidad y obediencia: se hizo pobre por nosotros... para que nosotros fuéramos ricos (cf. 2 Cor 8, 9)…... Esta vocación es como la chispa que enciende en el alma una "llama de amor viva", como escribió San Juan de la Cruz. Una vez aceptada, una vez confirmada solemnemente por medio de los votos, esta vocación debe alimentarse continuamente con la riqueza de la fe, no sólo cuando trae consigo gozo interior, sino también cuando va unida a dificultades, aridez, sufrimiento interior, la llamada "noche" del alma…..Esta vocación es un tesoro peculiar de la Iglesia que no puede cesar de orar para que el Espíritu de Jesucristo suscite vocaciones religiosas en las almas.

(del discurso de Juan PabloII del 10 de noviembre de 1978)

martes, 16 de abril de 2024

Amar el sacerdocio – gran “sacramento social” y testimonio

 

Debemos amar desde lo más profundo del alma nuestro sacerdocio, como gran "sacramento social". Debemos amarlo como la esencia de nuestra vida y nuestra vocación, como base de nuestra identidad cristiana y humana.Ninguno de nosotros puede estar dividido en sí mismo.

El sacerdocio sacramental, el sacerdocio ministerial, exige una fe particular, un empeño especial de todas las fuerzas del alma y del cuerpo, exige un aprecio especial de la propia vocación en cuanto voca­ción excepcional. Cada uno de nosotros debe agradecer de rodillas a Cristo el don de esta vocación: «¿Qué podré yo dar a Yavé por todos los beneficios que me ha hecho? Tomaré el cáliz de la salvación e invocaré el nombre de Yavé» (Sal 115)… Debemos tomar el "cáliz de la salvación".

Somos necesarios a los hombres, somos inmensamente necesarios, y no a medio servicio ni a medio tiempo, como si fuéramos, unos "empleados". Somos necesarios como el que da testimonio, y despertamos en los otros la necesidad de dar testimonio. Y si alguna vez puede parecer que no somos necesarios, quiere decir que debemos comenzar a dar un testimonio más claro, y entonces nos percataremos de lo mucho que el mundo de hoy necesita de nuestro testimonio sacerdotal, de nuestro servicio, de nuestro sacerdocio.

(del discurso de Juan Pablo II  al Clero de Roma, 9 de noviembre de 1978)

Comunion y unión de sacerdotes, obispo y pueblo de Dios

 

La comunión de los sacerdotes entre sí y con el obispo, es la condición fundamental de la unión entre todo el Pueblo de Dios. Aquella construye su unidad en el pluralismo y en la solidaridad cristiana. La unión de los sacerdotes con el obispo debe convertirse en la fuente de la unión mutua entre los sacerdotes y los grupos de sacerdotes. Esta unión, en cuya base encontramos la conciencia de la grandeza de la propia misión, se expresa en el intercambio de servicios y experiencias, en la disponibilidad a colaborar, en la inserción en todas las actividades pastorales, sea en la parroquia o la catequesis o al dirigir la acción apostólica de los laicos..

 (del discurso de Juan Pablo II  al Clero de Roma, 9 de noviembre de 1978)

viernes, 12 de abril de 2024

Juan Pablo II a los jóvenes: Buscad, amad y testimoniad a Jesus (3 de 3)

 Testimoniad a Jesus

Dad testimonio de Jesús con vuestra fe valiente y vuestra inocencia.

Es inútil lamentarse de que los tiempos son malos. Como ya escribía San Pablo, hay que vencer el mal haciendo bien (cf. Rom 12, 21). El mundo estima y respeta la valentía de las ideas y la fuerza de la virtud. No tengáis miedo de rechazar palabras, gestos y actitudes no conformes con los ideales cristianos. Sed valientes para oponeros a todo lo que destruye vuestra inocencia o desflora la lozanía de vuestro amor a Cristo.

Buscar a Jesús, amarle, dar testimonio de El.

Sea éste vuestro afán; ésta es la consigna que os dejo.

Actuando así no sólo conservaréis en vuestra vida el gozo verdadero, sino que también reportaréis beneficio a la sociedad entera, que tiene necesidad de coherencia con el mensaje evangélico antes que nada.

(Juan Pablo II en elencuentro con los jóvenes en la Basílica de san Pedro 8 de noviembre de 1978)