La misericordia en sí misma, en cuanto perfección
de Dios infinito es también infinita. Infinita pues e inagotable es la
prontitud del Padre en acoger a los hijos pródigos que vuelven a casa. Son infinitas la prontitud y la fuerza del perdón que brotan continuamente del valor admirable del sacrificio
de su Hijo. No hay pecado humano que prevalezca por encima de esta fuerza y ni
siquiera que la limite. Por parte del hombre puede limitarla únicamente la
falta de buena voluntad, la falta de prontitud en la conversión y en la
penitencia, es decir, su perdurar en la obstinación, oponiéndose a la gracia y
a la verdad especialmente frente al testimonio de la cruz y de la resurrección
de Cristo.
(de
la Encìclica Dives in Misericordia del Papa Juan Pablo II )
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