"¡Dichosas todas las almas que obedecen la llamada del Amor
eterno!".
Dichosos todos aquellos que, día a día, con generosidad inagotable acogen
tu invitación, oh Madre, a realizar lo que dice tu Hijo Jesús (cf. Jn 2, 5) y dan a
la Iglesia y al mundo un testimonio sereno de vida inspirada en el Evangelio.
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