“Queridos jóvenes, me alegra
vuestra presencia y os agradezco el haber animado el rezo del santo rosario
mediante una reflexión previa sobre la encíclica Redemptor hominis.
Cuando la escribí, al inicio de mi ministerio petrino, sentía profundamente la
urgencia de impulsar a la Iglesia y a todos los hombres a caminar con fe y
esperanza, porque Cristo es el centro de la historia. Con él, el hombre no debe
temer, porque participa en su victoria sobre el mal y sobre la muerte. Por eso,
el primer llamamiento que dirigí al mundo fue precisamente éste: «No tengáis
miedo de abrir las puertas a Cristo». Estas palabras os las repito hoy a
vosotros, jóvenes, esperanza de la Iglesia y de la humanidad, para que os guíen
en vuestra vida y en el compromiso misionero entre vuestros coetáneos.”
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