“Imitar
y revivir el amor de Cristo no es posible para el hombre con sus solas fuerzas.
Se hace capaz de este amor sólo gracias a un don recibido. Lo mismo que el Señor Jesús recibe el amor de su Padre, así,
a su vez, lo comunica gratuitamente a los discípulos: «Como el Padre me amó, yo
también os he amado a vosotros; permaneced en mi amor» (Jn 15, 9). El don de Cristo es su Espíritu, cuyo primer «fruto» (cf. Ga 5, 22) es la caridad: «El amor de Dios ha sido
derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado» (Rm 5, 5).”
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