“Aún hace poco tiempo, nos alegrábamos por la venida al mundo
del Hijo de Dios en la noche de Belén y, apenas hace unos días, por la venida
de los Magos de Oriente. Hoy contemplamos estos acontecimientos desde la
perspectiva de "unos treinta años" (Lc 3, 23) de
Jesús. Y aún cuando retornaremos todavía al período de la infancia en la fiesta
de la Presentación del Señor, sin embargo, ya queda hoy cerrada, en cierto
sentido, esta perspectiva.
Dejamos rápidamente el tiempo de la vida oculta en Belén,
Egipto y Nazaret, para encontrarnos en los umbrales de la actividad
mesiánica y pública del Redentor.
Precisamente en este momento, cuando Juan en las riberas del Jordán
señala "al cordero de Dios que quita el pecado del mundo" (cf. Jn 1,
29), la voz de lo alto vuelve a confirmar la filiación divina de Cristo.”
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