“Madre de la Iglesia, Virgen auxiliadora, en la humildad de la fe de Pedro, traigo a tus pies a toda la
Iglesia, todos los continentes, países y naciones, que han creído en Jesucristo
y han reconocido en él el estandarte que los guía en el camino a través de la
historia. Te traigo, oh Madre, a la humanidad entera, incluso a los que aún
están buscando el camino hacia Cristo. Sé tú su guía; ayúdales a abrirse al
Dios que viene. Te traigo, en mi oración, a los pueblos de Oriente y de
Occidente, del Norte y del Sur, y encomiendo a tu solicitud maternal todas las
familias de las naciones. Madre de la fe de la Iglesia, de la misma forma que,
en el cenáculo de Jerusalén, permanecías en oración con los discípulos de Cristo,
así también hoy permanece con nosotros en el cenáculo de la Iglesia hacia el
segundo milenio de la fe y alcánzanos la gracia de abrirnos al don del Espíritu
de Dios.”
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