“Por desgracia, la riqueza es normalmente
ocasión de división e incentivo para la lucha; en cambio, debe convertirse en
instrumento de participación común en la alegría de una vida digna de seres
humanos: riqueza, pues, como fuente de elevación para todos, con la posibilidad
de acceder a los valores de la cultura, del conocimiento recíproco, de la misma
experiencia religiosa, favorecida por, una disponibilidad mayor de tiempo y por
la libertad interior de las ansias de un mañana incierto.”
(de la Homilia de Juan Pablo II en la Misa
celebrada para el pueblo – 28 de septiembre de 1980)
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