Para nosotros, cristianos, la fe es la raíz de la caridad,
esto es, en la base de todo está nuestra confrontación con el Señor
crucificado: "La caridad de Cristo nos apremia (caritas Christi urget nos) persuadidos como estamos de que uno murió
por todos" (2 Cor 5, 14). Es necesario esto para no caer en la simple
filantropía o en entusiasmos fáciles pero de breve duración, sino para dar a
nuestro compromiso en favor del hombre el fundamento inquebrantable del mismo
amor con el que Dios vino a nuestro encuentro en la cruz de Jesucristo y del
que absolutamente nada "podrá arrancarnos jamás" (Rom 8, 39).
(Juan Pablo II en su saludo a una peregrinación de Turin, 30de noviembre de 1980)
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