jueves, 30 de octubre de 2025

Que la catequesis sea “luz” y “sal”

 

Vivimos en un mundo difícil donde la angustia de ver que las mejores realizaciones del hombre se le escapan y se vuelven contra él[99], crea un clima de incertidumbre. Es en este mundo donde la catequesis debe ayudar a los cristianos a ser, para su gozo y para el servicio de todos, «luz» y «sal»[100]. Ello exige que la catequesis les dé firmeza en su propia identidad y que se sobreponga sin cesar a las vacilaciones, incertidumbres y desazones del ambiente.

(Papa Juan Pablo II Exhortación apostólica Catechesi Tradendae)

 


El ministerio de la catequesis

 

El ministerio de la catequesis saca siempre nuevas energías de los Concilios. A este respecto el Concilio de Trento constituye un ejemplo que se ha de subrayar: en sus constituciones y decretos dio prioridad a la catequesis; dio lugar al «catecismo romano» que lleva además su nombre y constituye una obra de primer orden, resumen de la doctrina cristiana y de la teología tradicional para uso de los sacerdotes; promovió en la Iglesia una organización notable de la catequesis; despertó en los clérigos la conciencia de sus deberes con relación a la enseñanza catequética; y, merced al trabajo de santos teólogos como san Carlos Borromeo, san Roberto Belarmino o san Pedro Canisio, dio origen a catecismos, verdaderos modelos para aquel tiempo. ¡Ojalá suscite el Concilio Vaticano II un impulso y una obra semejante en nuestros días!

Las misiones constituyen también un terreno privilegiado para la práctica de la catequesis. Así, desde hace casi dos mil años, el Pueblo de Dios no ha cesado de educarse en la fe, según formas adaptadas a las distintas situaciones de los creyentes y a las múltiples coyunturas eclesiales.

La catequesis está íntimamente unida a toda la vida de la Iglesia. No sólo la extensión geográfica y el incremento numérico sino también, y más todavía, el crecimiento interior de la Iglesia, su correspondencia con el designio de Dios, dependen esencialmente de ella. 

 

(PapaJuan Pablo II Exhortación apostólica Catechesi Tradendae)

sábado, 25 de octubre de 2025

« Haced lo que él os diga » (Jn 2, 5).

 

María está presente en Caná de Galilea como Madre de Jesús, y de modo significativo contribuye a aquel « comienzo de las señales », que revelan el poder mesiánico de su Hijo. He aquí que: « como faltaba vino, le dice a Jesús su Madre: "no tienen vino". Jesús le responde: « ¿Qué tengo yo contigo, mujer? Todavía no ha llegado mi hora » (Jn 2, 3-4)En el Evangelio de Juan aquella « hora » significa el momento determinado por el Padre, en el que el Hijo realiza su obra y debe ser glorificado (cf. Jn 7, 30; 8, 20; 12, 23. 27; 13, 1; 17, 1; 19, 27). Aunque la respuesta de Jesús a su madre parezca como un rechazo (sobre todo si se mira, más que a la pregunta, a aquella decidida afirmación: « Todavía no ha llegado mi hora »), a pesar de esto María se dirige a los criados y les dice: « Haced lo que él os diga » (Jn 2, 5). Entonces Jesús ordena a los criados llenar de agua las tinajas, y el agua se convierte en vino, mejor del que se había servido antes a los invitados al banquete nupcial.

(Juan Pablo II - Carta Encíclica Redemptoris Mater)

 

Maria creyó

 

María creyó que se cumpliría lo que le había dicho el Señor. Como Virgen, creyó que concebiría y daría a luz un hijo: el « Santo », al cual corresponde el nombre de « Hijo de Dios », el nombre de « Jesús » (Dios que salva). Como esclava del Señor, permaneció perfectamente fiel a la persona y a la misión de este Hijo. Como madre, « creyendo y obedeciendo, engendró en la tierra al mismo Hijo del Padre, y esto sin conocer varón, cubierta con la sombra del Espíritu Santo ».118

 

(Juan Pablo II - Carta Encíclica RedemptorisMater)

jueves, 16 de octubre de 2025

El eclipse del sentido de Dios

 

El eclipse del sentido de Dios y del hombre conduce inevitablemente al materialismo práctico, en el que proliferan el individualismo, el utilitarismo y el hedonismo. Se manifiesta también aquí la perenne validez de lo que escribió el Apóstol: « Como no tuvieron a bien guardar el verdadero conocimiento de Dios, Dios los entregó a su mente insensata, para que hicieran lo que no conviene » (Rm 1, 28). Así, los valores del ser son sustituidos por los del tener. El único fin que cuenta es la consecución del propio bienestar material. La llamada « calidad de vida » se interpreta principal o exclusivamente como eficiencia económica, consumismo desordenado, belleza y goce de la vida física, olvidando las dimensiones más profundas —relacionales, espirituales y religiosas— de la existencia.

(Juan Pablo II de la Carta Encìclica Evangelium Vitae) 

martes, 14 de octubre de 2025

Los bautizados: Templos vivos y santos del Espíritu

 

13. Con otra imagen —aquélla del edificio— el apóstol Pedro define a los bautizados como «piedras vivas» cimentadas en Cristo, la «piedra angular», y destinadas a la «construcción de un edificio espiritual» (1 P 2, 5 ss.). La imagen nos introduce en otro aspecto de la novedad bautismal, que el Concilio Vaticano II presentaba de este modo: «Por la regeneración y la unción del Espíritu Santo, los bautizados son consagrados como casa espiritual»[18].

El Espíritu Santo «unge» al bautizado, le imprime su sello indeleble (cf. 2 Co 1, 21-22), y lo constituye en templo espiritual; es decir, le llena de la santa presencia de Dios gracias a la unión y conformación con Cristo.

Con esta «unción» espiritual, el cristiano puede, a su modo, repetir las palabras de Jesús: «El Espíritu del Señor está sobre mí; por lo cual me ha ungido para evangelizar a los pobres, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos, y a proclamar el año de gracia del Señor» (Lc 4, 18-19; cf. Is 61, 1-2). De esta manera, mediante la efusión bautismal y crismal, el bautizado participa en la misma misión de Jesús el Cristo, el Mesías Salvador.

 

(JuanPablo II Exhortacion Apostolica Post Sinodal Christifideles Laici)

sábado, 11 de octubre de 2025

La ciencia no es el valor más alto

 (…) el conocimiento científico tiene sus propias leyes a las que atenerse. Sin embargo, debe también tener en cuenta, sobre todo en medicina, un límite insuperable en el respeto de la persona y en la tutela de su derecho a vivir de un modo digno del ser humano.

Si un nuevo método de investigación, por ejemplo, lesiona o corre el peligro de lesionar ese derecho, no debe considerarse lícito sólo porque aumenta nuestros conocimientos. La ciencia, en efecto, no es el valor más alto, al que todos los demás deban ser subordinados. Más alto, en la escala de valores, está precisamente el derecho personal del individuo a la vida física y espiritual, a su integridad síquica y funcional. La persona, en efecto, es medida y criterio de bondad o de culpa en toda manifestación humana. El progreso científico, por tanto, no puede pretender situarse en una especie de. terreno neutro. La norma ética, fundada en el respeto a la dignidad de la persona, debe iluminar y disciplinar tanto la fase de investigación como la de aplicación de los resultados adquiridos mediante ella.