viernes, 15 de noviembre de 2024

Tarea de la ciencia biblica

 

Evidentemente toca a la ciencia bíblica y a sus métodos hermenéuticos establecer la distinción entre lo que es caduco y lo que debe conservar siempre su valor. Pero es ésta una operación que requiere sensibilidad aguda en extremo no sólo en el plano científico y teológico, sino también y sobre todo en el plano eclesial y de la vida.

Dos consecuencias se desprenden de todo ello, diferentes y complementarias a un tiempo.

La primera se refiere al gran valor de las culturas; si en la historia bíblica éstas ya fueron consideradas capaces de ser vehículos de la Palabra de Dios, es porque en ellas está inserto algo muy positivo que es ya presencia en germen del Logos divino. Del mismo modo, el anuncio de la Iglesia no teme servirse en la actualidad de expresiones culturales contemporáneas; así que a causa de cierta analogía con la humanidad de Cristo, aquéllas están llamadas, por así decir, a participar de la dignidad del mismo Verbo divino.

Pero hay que añadir en segundo lugar que del mismo modo se ve aflorar el carácter puramente instrumental de las culturas, sometidas siempre a fuertes cambios bajo la influencia de una evolución histórica muy marcada: "Sécase la hierba, marchítase la flor, cuando sobre ellas pasa el soplo de Yavé" (Is 40, 8). Determinar con precisión las relaciones existentes entre las variaciones de la cultura y la constante de la revelación es cabalmente la tarea ardua y a la mas entusiasmarte de los estudios bíblicos y de toda la vida de la Iglesia.

(del discurso de Juan Pablo II a la Asamblea plenaria de la Pontifica Comisión Bíblica – 26 de abril de 1979)

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