“En nuestra conciencia —en la conciencia individual del cristiano—, en la conciencia social de los diversos ambientes, en las naciones, deben formarse, diría, zonas particulares de solidaridad precisamente con quienes sufren más. Debemos trabajar sistemáticamente para que las zonas de las particulares necesidades humanas, de los grandes sufrimientos, de los agravios, de las injusticias, sean zonas de solidaridad cristiana de toda la Iglesia y, a través de la Iglesia, de cada una de las sociedades y de toda la humanidad.”
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