Sin una integración plena en la vida eclesial y en sus estructuras visibles, sin una participación viva de la Palabra y en los Sacramentos, la fe tiende a languidecer y difícilmente podrá resistir en el clima desacralizador que reina ―sobre todo, en los grandes centros urbanos― y que invita a dejar de lado a Dios y a desconocer la importancia de la religión para la existencia cotidiana de los hombres.”
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