“Es preciso que los sacerdotes y los laicos lleven a cabo un gran esfuerzo para renovar la vida parroquial a semejanza de la Iglesia misma, como comunión que se beneficia de los dones y los carismas complementarios de todos sus miembros. La comunión es una realidad dinámica que implica un intercambio constante de dones y servicios entre todos los miembros del pueblo de Dios. La vitalidad de la parroquia depende de la combinación de diversas vocaciones y dones de sus miembros dentro de una unidad que manifiesta la comunión de todos y cada uno con Dios Padre mediante Cristo, y que la gracia del Espíritu Santo renueva constantemente.”
(Beato Juan Pablo II en su discurso al VI grupo de obispos estadounidenses en visita «Ad Limina Apostolorum» - Viernes 2 de julio de 1993)
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