miércoles, 3 de julio de 2013

Hacia la unidad interior solo con la ayuda de la gracia de Dios

“El Concilio recuerda con realismo la presencia en la efectiva condición humana del obstáculo más radical al verdadero progreso del hombre y de la humanidad: el mal moral, el pecado, como consecuencia del cual "el hombre se encuentra íntimamente dividido. Por eso, toda la vida humana, la individual y la colectiva, se presenta como lucha, y por cierto dramática, entre el bien y el mal, entre la luz y las tinieblas. Más todavía, el hombre se nota incapaz de dominar con eficacia por sí solo los ataques del mal, hasta el punto de sentirse como aherrojado entre cadenas" (Gaudium et spes, 13). La del hombre es una "lucha que comenzó al principio del mundo y durará, como dice el Señor (cf. Mt 24, 13; 13, 24-30, 36-43) hasta el último día. Metido en esta batalla, el hombre ha de combatir sin parar para adherirse al bien, y no puede conseguir su unidad interior sino a precio de grandes fatigas, con la ayuda de la gracia de Dios" (Gaudium et spes, 37).”



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