13.
Con otra imagen —aquélla del edificio— el apóstol Pedro define a los bautizados
como «piedras vivas» cimentadas en Cristo, la «piedra angular», y destinadas a
la «construcción de un edificio espiritual» (1 P 2, 5 ss.). La imagen nos
introduce en otro aspecto de la novedad bautismal, que el Concilio Vaticano II
presentaba de este modo: «Por la regeneración y la unción del Espíritu Santo,
los bautizados son consagrados como casa espiritual»[18].
El Espíritu Santo «unge» al bautizado, le imprime su sello indeleble (cf. 2 Co 1, 21-22), y lo constituye en templo espiritual; es decir, le llena de la santa presencia de Dios gracias a la unión y conformación con Cristo.
Con
esta «unción» espiritual, el cristiano puede, a su modo, repetir las palabras
de Jesús: «El Espíritu del Señor está sobre mí; por lo cual me ha ungido para
evangelizar a los pobres, me ha enviado a proclamar la liberación a los
cautivos y la vista a los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos, y a
proclamar el año de gracia del Señor» (Lc 4, 18-19; cf. Is 61,
1-2). De esta manera, mediante la efusión bautismal y crismal, el bautizado participa
en la misma misión de Jesús el Cristo, el Mesías Salvador.
(JuanPablo II Exhortacion Apostolica Post Sinodal Christifideles Laici)
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