“Cuando nos reunimos para el "Ángelus Domini!", no sólo
pronunciamos las palabras de esta oración, sino que hacemos revivir en la
memoria y en el corazón esas mismas palabras, con las que Ella, la Virgen,
habló con Dios en ese momento inefable, cuando, de la boca de Gabriel, conoció
su vocación a ser Madre del Verbo Eterno.”
Dios no estuvo nunca tan cerca del hombre ―y el hombre jamás
estuvo tan cercano a Dios― como precisamente en ese momento: ¡en el instante
del misterio de la Encarnación!
Al recitar el
"Ángelus" aprendemos pues de María la cercanía de Dios. Aprendemos
que Él "está cerca de los que lo invocan, de los que lo invocan
sinceramente".
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