“los santos no envejecen prácticamente nunca, los santos no "prescriben" jamás. Continúan siendo los testigos de la juventud de la Iglesia. Nunca se convierten en personajes del pasado, en hombres y mujeres "de ayer". Al contrario: son siempre los hombres y mujeres del "mañana", los hombres del futuro evangélico del hombre y de la Iglesia, los testigos del "mundo futuro".”
(Beato Juan Pablo II de la homilía durante
la Misa celebrada ante la Basílica de santa Teresita del Niño Jesús - Lisieux, lunes 2 de junio de
1980
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