“La vida humana es
sagrada e inviolable en cada momento de su existencia, también en el inicial
que precede al nacimiento. El hombre, desde el seno materno, pertenece a Dios
que lo escruta y conoce todo, que lo forma y lo plasma con sus manos, que lo ve
mientras es todavía un pequeño embrión informe y que en él entrevé el adulto de
mañana, cuyos días están contados y cuya vocación está ya escrita en el « libro
de la vida » (cf. Sal 139 138, 1. 13-16). Incluso cuando está todavía en
el seno materno, —como testimonian numerosos textos bíblicos 60— el hombre es término
personalísimo de la amorosa y paterna providencia divina.”
Por la vida, vida
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