“¿Qué vemos en la cruz
que se eleva ante nosotros y que, desde hace dos mil años, el mundo no deja de
interrogar y la Iglesia de contemplar? Vemos a Jesús, el Hijo Dios que se hizo
hombre para que el hombre vuelva a Dios. Él, sin pecado, está ahora ante
nosotros crucificado. Es libre, aunque esté clavado al madero. Es inocente, a
pesar de la inscripción que anuncia el motivo de su condena. No le han
quebrantado ningún hueso (cf. Sal 34, 21), porque es la columna
fundamental de un mundo nuevo. No han rasgado su túnica (cf. Jn 19, 24),
porque vino para reunir a todos los hijos de Dios que estaban dispersos por el
pecado (cf. Jn 11, 52). Su cuerpo no será enterrado, sino puesto en un
sepulcro excavado en la roca (cf. Lc 23, 53), porque no puede sufrir
corrupción el cuerpo del Señor de la vida, que ha vencido a la muerte.”
(de la homilía del Beato Juan Pablo II para la XVI JornadaMundial de la Juventud, Domingo de Ramos 8 de abril de 2001)
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