“…con la autoridad que Cristo confirió a Pedro y a sus
Sucesores, en comunión con todos los Obispos … declaro que el aborto
directo, es decir, querido como fin o como medio, es siempre un desorden moral
grave, en cuanto eliminación deliberada de un ser humano inocente. Esta
doctrina se fundamenta en la ley natural y en la Palabra de Dios escrita; es
transmitida por la Tradición de la Iglesia y enseñada por el Magisterio
ordinario y universal. 73
Ninguna circunstancia, ninguna finalidad, ninguna ley del
mundo podrá jamás hacer lícito un acto que es intrínsecamente ilícito, por ser
contrario a la Ley de Dios, escrita en el corazón de cada hombre, reconocible
por la misma razón, y proclamada por la Iglesia.”
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