Es una convicción firme
del cristianismo que los valores humanos únicamente pueden triunfar cuando se
instaura un clima de amor del cual son necesaria expresión el respeto de los
derechos de todos (tanto de cada ciudadano como de las diferentes categorías
sociales), la tolerancia, la concordia y la misma justicia.
A esto sobre todo intenta contribuir la Iglesia
mediante el apostolado, la educación y la caridad por medio de las parroquias,
por las comunidades religiosas y por las instituciones libres fundadas por la
generosa iniciativa de los católicos para el servicio del prójimo. Y me alegro
de que esta acción, sumamente meritoria, haya sido y sea cada día más
apreciada, requerida y sostenida por los ciudadanos.
(del discurso de Juan PabloII al Alcalde de Roma, 23 de diciembre de 1978)
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